Por: Edgar Eugenio Fernández Soto y Jeka Martínez
¡Navidad! ¡sí! En esta época en la que los regalos, reuniones y demás, están a la puerta, ¿porque aún nos sentimos vacíos? Si bien es cierto que en este tiempo vemos llenos los centros comerciales y el tráfico en las calles, ¿porque cada vez hay más personas con depresión? A continuación trataremos dos temas que parecieran ir de la mano y que hoy en día encontramos con mayor frecuencia en nuestra sociedad. ¿Qué significa consumismo? Es una tendencia inmoderada a adquirir o consumir bienes no siempre necesarios.
“Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal de la historia ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con formas inmanentes de bienestar material y de actuación social. Además, las exigencias de las economía de ser autónoma, de no estar sujeta a injerencias de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva.”
Benedicto XVI, Caritas in veritate 85
Podríamos pensar entonces que la globalización está mal, pero echemos un vistazo más en la encíclica de nuestro Papa Emérito: <<La globalización no es, a priori, ni buena, ni mala. Será lo que la gente haga de ella>>. Debemos ser sus protagonistas, no las víctimas, procediendo razonablemente, guiados por la caridad y la verdad. El proceso de la globalización, adecuadamente entendido y gestionado, ofrece la posibilidad de una gran redistribución de la riqueza a escala planetaria como nunca se ha visto antes; pero, si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad, contagiando además una crisis a todo el mundo.(Benedicto XVI, Caritas in veritate 103,104) ¿Profético, no?
Actualmente experimentamos eso y la consecuencia es así, “mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir.
“La obsesión por un estilo de vida consumista, sobre todo cuando solo unos pocos puedan sostenerlo, solo podrá provocar violencia y destrucción recíproca. El verdadero peligro es aquel que anestesia el corazón: depender del consumismo y cargar el corazón con necesidades; entonces se vive de cosas y no se sabe para que, se tienen muchos bienes pero no se hace el bien, las casas se llenan de cosas, pero se vacían de hijos; se pierde el tiempo en pasatiempos, pero no se dedica tiempo a Dios y a los demás.”
Papa Francisco, Laudato sii
Volviendo a la definición de consumismo y a los comentarios de nuestros pastores, podríamos concluir que, hay actividades en nuestra vida diaria que adquirimos y no son necesarias, un ejemplo podría ser el emplear gran parte de nuestro tiempo en redes sociales, escuchar cierta música, ver series, etc. Sería interesante detenernos y reflexionar si aquello que escucho, veo o adquiero realmente es necesario y si lo es, que tanto me edifica y me hace consciente de quién soy y para lo cual fui creado.
Una cuestión del corazón e identidad.
El corazón del hombre está hecho para el infinito. Jesús lo sabe: “Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré brotará en él como un manantial de vida eterna” (Jn. 4, 14) y también podemos leer en san Agustín «Nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti» (Confesiones de San Agustín I, 1). Es la era de la información y la comunicación; pero se experimenta el vacío y soledad. La simple información no puede llenarnos, es como decir que la comida chatarra nutre al hombre y olvidamos que somos hechos a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto somos seres espirituales. Decimos con san Pedro: “Señor, ¿a quién podremos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68)
Y por otro lado tenemos la comunicación, pero esta se da de manera digital, y a veces resulta más fácil hacerlo por este medio que en persona. La comunicación interpersonal crea identidad (otredad). Esto no puede hacerlo un aparato electrónico.
“Vacío y soledad ligados a los deseos de no vivir más.”
“El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir; pero yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. (Juan 10, 10)
Me gustaría mencionar tres razones por las que nos deprimimos:
- Esperamos demasiado de las personas.
- Están vivas las heridas del pasado (depresión en el hogar)
- Ver que les va bien a los malos.
- Esperamos demasiado de las personas.
Dios nos dice: Tú puedes esperar mucho de Mí. Tú tienes necesidad de infinito. Solo yo puedo darte eso. No esperes eso del ser humano. Dios dimensiona nuestros ojos y nos hace ver el bien en las personas.
- Están vivas las heridas de pasado (depresión en el hogar).
El núcleo de nuestra sociedad se encuentra en la familia, en el hogar; es ahí donde realmente somos, sin máscaras, sin apariencias. Si no sanamos en el hogar, somos actores.
Si el noviazgo ha sido una comedia, el matrimonio será una tragedia.
Fray Nelson
Y no solo necesitamos hogares sanos, sino sanadores, soy instrumento de Bendición y Sanación de esta mujer, de este hombre. Soy soporte y apoyo. Tus manos y boca son para bendecir. Cuando beses y abraces, bendice.
- Ver que les va bien a los malos.
No llames feliz a nadie antes de su muerte, cuando le llegue el fin se sabrá cómo era.
Eclesiástico 11,28
Fuente: Sanando la depresión en el hogar.
*Es importante mencionar que la depresión se trata de una enfermedad psíquica confundida hoy en día por la ligereza con la que es usada dicha palabra. Una persona con depresión que no puede levantarse, es posible que tenga deseos de no seguir viva y es necesario que un familiar la acerque a un tratamiento psiquiátrico.