Despertar a una generación
Por: Marco A. Martínez
Fue el hermano José csj quien me sugirió servirme de esta lectura para intentar responder en la presente publicación a la pregunta: ¿Cómo acercar a los jóvenes de mi generación a la filosofía?
A la par que escribo este pequeño trabajo para el Blog de Juan, he estado leyendo Introducción a la Filosofía de Javier Sánchez-Collado. Un texto relativamente simple, pero profundo; por medio del cual, el autor, sirviéndose de su experiencia como docente, desarrolla una reflexión de diversos problemas filosóficos en un lenguaje ameno y accesible para quien no esté familiarizado con los conceptos teóricos de esta materia.
Para exponer el problema que nos compete, me siento en la confianza de consultar mi corta experiencia de vida (tengo apenas 19 años). A mi parecer, el desafío más básico a tomar en cuenta tendrá que ver con la adecuada atención a las distintas impresiones o reacciones que pudieran haber hacia la filosofía o, para hacerlo más concreto, hacia la reflexión y discusión de temas de carácter filosófico.
Desafíos actuales
Me atrevo a distinguir, quizá, cuatro tipos de respuestas en general:
1. Indiferencia a la filosofía
Primero, una cierta indiferencia para con los temas filosóficos. Esto ocurre en el caso de los que hemos estado “anestesiados” por las condiciones de nuestros ambientes, contaminados, en un principio, por la promoción de ideologías en la mass media.
Tal situación provoca que queden inhibidas (en el mejor de los casos, transitoriamente) la capacidad de asombro-reflexión sobre la realidad y la búsqueda del sentido profundo de las cosas, las dos características propias de la filosofía según resalta Sanchez-Collado (p. 7).
En consonancia a esta indiferencia, el mismo autor acierta al definir a la persona “estupefacta” como aquella que “se halla (…) con algo que le supera, que siente que se le escapa; (…) pero no quiere saber nada de eso. Le supera y no le interesa: no hay quien lo entienda.” (p. 6).
2. Sensación de superioridad moral e intelectual
Segundo, es la expresión de soberbia o una especie de sensación de superioridad moral e intelectual. Esta soberbia puede manifestarse desde distintas “trincheras dogmáticas” (dogma en el sentido popular y despectivo, no en el sentido religioso de la palabra): ateísmos, positivismos, idealismos, etc.
En fin, hay muchos colores y sabores, pero lo que caracteriza la reacción de soberbia no son las corrientes de pensamiento en sí, sino el orgullo de permanecer en una “zona de confort” llena de aquellas ideas que me gustan o convienen aunque éstas sean limitadas, superficiales o irreales.
En palabras de Sánchez-Collado “El ignorante suele pensar que ya lo sabe todo, o al menos que ya sabe todo lo que vale la pena” (p. 7). Esta actitud dará como resultado la resistencia a confrontar dichas ideas concebidas y, por ende, la dificultad de involucrarse en una reflexión sincera.
3. Desconfianza de la filosofía
Tercero, es el caso de la mera confusión sobre lo que la filosofía implica. Estoy seguro que este problema proviene de una larga historia de estereotipos que nos predisponen a ser desconfiados de la filosofía.
Pensar, por ejemplo, que en la filosofía se tratan cuestiones “fumadas”, sin sentido, que no sirven para nada en la vida real y que, ¡claro!, es trabajo de marihuanos raritos o gurús orientales.
Con todo esto, a pesar de los prejuicios que se pudieran tener, puede ocurrir que permanezca el interés y la capacidad de integrarse en discusiones “profundas”, así como el tener un pensamiento crítico bien nutrido. En mi opinión, estas condiciones son suficientes para tener ya una tendencia natural (tal vez inconsciente) hacia la filosofía.
4. Deseo de conocer
Y, por último, es el caso de una atención reflexiva, deseosa por conocer. Esta reacción se suele dar cuando la persona ha recibido estímulos favorables en los ambientes sociales (familiares, en un principio) y/o académicos para construir en ella una cultura del aprendizaje.
Habiendo presentado nuestro problema, trataré de responder ahora a la duda que he formulado al principio de esta publicación: ¿Cómo acercar a los jóvenes de mi generación a la filosofía?
Pero, antes de eso, quisiera aclarar que la situación de la juventud resulta bastante diversa, no sólo a nivel mundial, sino incluso a nivel de un mismo barrio. Opino que el Papa Francisco lo ha expresado acertadamente al decir que “en realidad, ‘la juventud’ no existe, existen los jóvenes con sus vidas concretas.” (Exhort. Ap. Christus Vivit, 2019, n. 71). De esta manera, se vuelve evidente que cada caso particular necesitará una respuesta apropiada a sus necesidades personales (afectivas, cognitivas, sociales, etc.) para ser introducido al proceso formativo de la filosofía; o, al menos esto sería lo ideal.
Algunas soluciones
Sin embargo, mirando más allá de los procesos particulares o privados, podemos concretar algunas condiciones generales para orientar a un chico a filosofar:
- Detonar interés: será necesario estimular el aprecio por el valor de aprender y conocer la verdad. Esto implica ayudarle a descubrir que conocer la verdad es posible y, también, que conocerla no sólo es útil, sino que, además, responde a los deseos más profundos de su espíritu. De este modo, la filosofía ya no será vista como algo externo o solo para algunas élites; al contrario, el joven descubrirá que lo que dicen Sócrates, Kierkegaard, o Nietzsche, tienen que ver profundamente con su persona.
- Entrenar: es decir, educar la inteligencia para filosofar por medio de la observación atenta de la realidad, la formulación de preguntas, la investigación y la exploración de respuestas, y, por último, la conclusión o explicación que sea lo más próxima (fiel) posible a la realidad observada.
- Transformarse: eventualmente, toda explicación o descubrimiento debe lograr una nueva mirada sobre la realidad, así como una modificación en la forma de actuar y desenvolverse en el mundo.
- Escalar: cabe recordar que la filosofía irá exigiendo, cada vez más, un mayor grado de complejidad; cosa que, lamentablemente, no es atractiva frente a la super accesibilidad de nuestro mundo actual. Aún así, esta complejidad se debe a que la búsqueda de la verdad tiene, justamente, esa cualidad connatural de ascendencia, tal y como la presenta Platón en el Mito de la Caverna, por ejemplo. Así lo expresa Sanchez-Collado diciendo: “De alguna forma, el conocimiento humano es como el preso del mito de la caverna: hemos de ir capacitando nuestra inteligencia para entender las cosas.” (p.20)
Conclusiones
Para concluir, es importante percatarse de que las múltiples dificultades que experimentamos los jóvenes a nivel personal, reclaman una búsqueda del significado y la dirección de nuestras vidas, aunque sea más fácil errar y sucumbir a las diversas manipulaciones de nuestro mundo contemporáneo. Es precisamente por eso que esta etapa decisiva reclama un itinerario formativo (que identifica sus exigencias en la filosofía) para hacer frente al caótico ambiente que nos rodea, pero, sobre todo, para conducirnos hacia la verdadera plenitud que realice nuestro anhelo de trascendencia pues, aunque a veces parezca que estamos confundidos, lo jóvenes tenemos un espíritu fuertemente orientado hacia la belleza y la bondad y, con ello, a la verdad.
Referencias
Papa Francisco (25 de marzo 2019), Exhortación Apostólica Christus Vivit . http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20190325_christus-vivit.html
Sanchez-Collado, J. (s.f.). Introducción a la Filosofía. http://www.webcolegios.com/file/5903f1.pdf